Restaurante Roca Mar, un balcón con vistas al mediterráneo
A lomos de Babieca cabalgaba un CID moribundo, o puede que ya muerto. Sobre la frontera entre las límpidas aguas del mare nostrum y las bellas doradas arenas de la larga playa de Valencia.
Y sin embargo, sus intérpretes comieron un buen arroz al encontrarse cerca del castillo de Peñíscola
Ah, la magia del cine, el séptimo arte. Más de una cosa salió bien de aquél año de 1962 en las que la localidad castellonense. Hizo el trasunto de la ciudad del Turia, porque en ese año se puso en marcha un lugar especial, como es el Restaurante Roca Mar. Ubicada en la punta que toca con la zona aún hoy amurallada, digna de toda admiración. Cómo es este establecimiento gastronómico en el que uno puede sentirse bien a gusto, mientras degusta sus delicados y gratos platos. Y así, echar a volar la imaginación cual corcel sobre lo que la vista ofrece.
No es un lugar especialmente grande, más bien familiar donde se puede comer un buen arroz en Peñiícola. Eso no impide que entre los arroces, gran especialidad en el territorio de la C. Valenciana, uno no pueda poder pensar que esa tierra pudo haber sido lugar de un reino cristiano. Antes incluso de la reconquista de Jaume I el Conqueridor. Si no hubiera sido por la mala fortuna de la pérdida del heredero del mío Cid y de su querida Doña Jimena.
Un lugar donde la historia y su patrimonio se mantiene intacto
Hoy yacen juntos en la catedral de Burgos. Bien pudieron haber establecido un reino cristiano propio en territorio levantino, y eso se quiso plasmar. Su memoria en la película que se hizo presente, también en Peñíscola ese año de gracia de nuestro señor de 1962.
Año en el que una familia del pueblo originó un lugar en el que poder degustar una las delicias locales, de proximidad.
¿Que hay de bueno en el Restaurante Roca Mar? Casi todo un lugar donde se puede comer un buen arroz aquí en Peñíscola. Aunque la humildad de sus regentes probablemente les cueste decidir. Ya que cada plato para un creador es como sus hijos. Y casi es mejor, porque el paladar es particular. Pero habiendo variedad, es secundario.
Ciertamente los arroces son la especialidad de la comunidad, todo el mundo lo sabe por eso en Peñíscola se come uno de los mejores arroces. Si bien es cierto que no todos tienen la mano del cocinero de este señero lugar. Pueden probar el arroz marinera, por ejemplo. Por otra parte, hay que reconocer que el puerto de Peñíscola es el más importante de la provincia de Castellón, con una lonja de mar con peso específico.
Las barcas salen a faenar y traen a la costa los frutos del mar. Cada día van a recogerlos desde este restaurante, para que el cliente siempre disfrute de productos frescos y de calidad.
Oh, Peñíscola, lugar de historia y tradición, lugar de recogimiento del virrey, en aquellas batallas próximas a la de los comuneros en Castilla, pero con personalidad propia, como fueron las Germanías, que entre 1519 y 1523 batallaron por sus derechos de formar milicias frente a los frecuentes ataques piratas de los berberiscos.
De entonces viene lo de “no hay moros en la costa”. O ser la sede del cismático Papa Luna, Pedro Martínez de Luna, de nombre eclesiástico Benedicto XIII.
No sólo es por su belleza de paisaje, que puede observarse claramente tras la cristalera del Roca Mar. Sino que por sus santos lugares ha transcurrido historia importante, relevante de las gentes que allí moraron y vivieron, que hollaron sus piedras y conservaron el hoy legado de una localidad que debe reinventarse para seguir siendo.
Como este restaurante, donde la segunda generación ha asumido las riendas, para poner al cliente lo mejor de la tierra, del mar, y los mejores caldos, con una bodega de calidad. Imposible quedar defraudado, sino increíblemente satisfecho de una experiencia cercana, auténtica, natural y familiar en un marco incomparable.
El sentir de cercanía del pueblo de Peñíscola y del gremio es alto, hasta el punto de ostentar la presidencia de la asociación gastronómica local.
Incluso se puede decir que la gastronomía de la localidad ameritaría es como una publicación en forma de libro, pero no adelantemos acontecimientos, las cosas tienen su ritmo, y es bueno que así sea.
Frente a frenesí y desenfreno del correr de tiempo, el sosiego y la calma que produce el entorno encapsulado en una mesa frente a la mar mediterránea, con un arroz caldoso o con langosta, un buen pescado y un caldo de excelencia permite darse un placer, tiempo y espacio para el goce personal, que uno no se puede perder, lo mismo que visitar esta bella localidad de Peñíscola.
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